Hace unas semanas que los medios están publicando la historia de los jóvenes creadores de Gïk y no debería pasar desapercibido para nadie: estos emprendedores, que crearon el ya conocido como vino azul, recibieron en verano una denuncia del sector para intentar frenar su expansión.
Después de un tiempo trabajando en su proyecto, con el que han llegado a vender 100.000 botellas, los chicos del vino azul -así se conoce en todo el mundo esta bebida-, recibieron una denuncia del lobby del vino, que considera que por su color no puede tratarse de un vino ni etiquetarse como tal. Pararon sus ventas, les impusieron una multa e incluso provocaron el despido de dos personas.
Como es lógico, a ellos les pilló por sorpresa, pero eso no consiguió que se rindieran; después de unas semanas, volvieron a vender con ligeros cambios respecto al producto original (ahora es un 99% vino y un 1% mosto). Como dicen en Playground: “desde finales de noviembre vuelven a vender su producto con cicatrices de guerra, pero sin alterar el sabor ni el color azul”.
Aunque presumamos de ser un país en el que se apoyan proyectos emprendedores y se invierte en innovación y vanguardia, los trozos del pastel están repartidos entre cuatro grandes que no quieren, ni querrán, ampliar fronteras.
¿Cómo se sienten ellos?: “Es como decir que no existimos”. Así que si te indigna esta situación tanto como a mí y a muchas otras personas, puedes firmar y unirte a su lucha en http://change.org/p/vino-azul
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